
La mayoría de fármacos son poco selectivos y tienen efectos secundarios. Tomarse, por ejemplo, durante varios días seguido ibuprofeno para calmar una lumbalgia puede acabar provocándonos dolor de estómago. El problema es que los medicamentos aún no son lo suficientemente selectivos, circulan por la sangre y acaban diseminándose por todo el organismo, de manera que para que sean efectivos, se debe tomar más cantidad de la necesaria. Y eso acaba repercutiendo en ocasiones negativamente.
Pero, ¿y si pudiéramos tomar pastillas cuyo principio activo solo actuase en aquellas zonas en las que hay dolor, que se pudieran activar y desactivar de forma controlada? Eso es lo que estudia el profesor de investigación Icrea Pau Gorostiza, del Institut de Bioenginyeria de Catalunya (IBEC), quien trata de diseñar fármacos que contengan una especie de interruptor que permita encenderlos y apagarlos a distancia mediante la luz.
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